Con el maquillaje listo, procedimos con la vestimenta y a colocar las prendas. Una de las cosas más lindas de vestirte con alguien que vive sus tradiciones y conoce mucho de ellas, es que comparten cada detalle con uno. Para mí, aprender sobre el valor aproximado de cada prenda, las personas que las diseñaron y aquellas que las labraron es la parte más linda de todo el proceso.
Al terminar con el prendererío y ya empollerada vino el dolor de cabeza, literalmente. Y es que los que saben admirar a una bella empollerada con su brillante cabeza de tembleques, nunca pueden olvidar que detrás de tanta elegancia y brillo, yace un tremendo dolor de cabeza que se provoca al colocar cada "flor" en su respectivo lugar. Pero como yo prefiero estar "antes muerta que sencilla", me aguanté los tirones y el roce de los ganchitos contra mi cráneo para que el trabajo quedara bien hecho.
Luego de unos cuantos retoques por aquí y retoques por allá, todo quedó listo y nos fuimos para el estudio. José, un fotógrafo muy conocido en Las Tablas, comenzaba su labor cuando se dió cuenta que le faltaba algo. Salió del estudio y al rato regresó con un CD. Lo que le faltaba era una de sus fuentes de inspiración: los tamboritos de Lucy Jaén. Y así, mientras se escuchaban las tonadas de "Oh Nikle", todo fluyó como debía. El resultado: un repertorio de fotos pa´ tirar pal´ aire, una empollerada orgullosa de vestir el traje típico más hermoso del mundo y una madre que desbordaba de felicidad. Este fue, para mí, el regalo perfecto de cumpleaños y algo que todas las panameñas deberíamos experimentar así sea una vez en la vida, porque como le dijo mi madre a mi novio, "una mujer panameña no se ve realmente bella hasta que se empollera".
Que bella! De verdad te vez muy linda! Fue un regalo muy especial de tus padres!
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